miércoles, 2 de octubre de 2013

Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oir Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.
De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.
Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio. Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".
Sobre la Virgen de Guadalupe:

jueves, 5 de septiembre de 2013

jueves, 25 de julio de 2013

Virgen Santísima de Guadalupe
,
 Madre de Dios,

 Señora y Madre nuestra.


 Miranos aquí postrados ante tu santa imagen,

 que nos dejaste estampada

 en la tilma de Juan Diego,

 como prenda de amor,

 bondad y misericordia.


 Aún siguen resonando las palabras

 que dijiste a Juan con inefable ternura:

 "Hijo mío queridísimo
,
 Juan a quien amo como a un pequeñito y delicado,"

 cuando radiante de hermosura


 te presentaste ante su vista

 en el cerro del Tepeyac.


Haz que merezcamos oír en el fondo del alma

 esas mismas palabras.


 Sí, eres nuestra Madre;

 la Madre de Dios es nuestra Madre,

 la más tierna, la más compasiva.



 Y para ser nuestra Madre

 y cobijarnos bajo el manto de tu protección

 te quedaste en tu imagen de Guadalupe.

Virgen Santísima de Guadalupe,

 muestra que eres nuestra Madre.


 Defiéndenos en las tentaciones,

 consuélanos en las tristezas,

 y ayúdanos en todas nuestras necesidades.


 En los peligros,

 en las enfermedades,

 en las persecuciones
,
 en las amarguras,

 en los abandonos,


 en la hora de nuestra muerte,

 míranos con ojos compasivos

 y no te separes jamás de nosotros